jueves, 12 de abril de 2012

Las tecnologías digitales y su impacto social


Como en el caso de otras tareas, a la hora de abordar esta, en la que se nos solicitaba que seleccionáramos algunos objetos representativos de las nuevas tecnologías digitales y justificáramos nuestra selección, opté por recurrir a mi experiencia personal. Es por eso que he elegido cinco tecnologías que, progresivamente, a lo largo de los últimos años, han encontrado un espacio en mi vida cotidiana: el teléfono móvil, el ordenador portátil, la cámara de fotos digital, el disco duro portátil y el GPS.

Teléfono móvil
Fue en mi 15 cumpleaños cuando mis padres, algo forzados por mi insistencia, me regalaron mi primer teléfono móvil. Hacía cosa de un año que algunos conocidos y familiares de mi edad habían adquirido uno, y deslumbrada por la posibilidad de conectarme con mis amigos, había estado un tiempo “dando la tabarra”. Un “Alcatel one touch view”, que entonces me pareció una maravilla y cuyas teclas desgasté por su casi exclusivo uso como fuente de envío de mensajes de texto, fue el afortunado.
A aquel, y si no recuerdo mal, le sucedieron otros tres móviles (con esto queda claro que nunca he sido víctima del síndrome de la continua actualización) hasta llegar al actual, que aunque ya podría incluirse en el paraguas de los llamados “smartphones”, ha sido apenas utilizado a tal efecto, ya que no he querido contratar tarifa de datos (¿como desahogo ante la frecuente conexión a la red, a través de otros dispositivos, en la que estoy sumida…?).
En relación al uso que le daba a los anteriores móviles, y vinculado a las posibilidades que estos ofrecían,  utilizo el móvil actual no sólo para mandar mensajes de texto o hacer llamadas, sino también, y muy habitualmente, para hacer fotografías o grabaciones de audio y vídeo, animada probablemente por las cualidades de la cámara que posee, casi mejores que las de los dispositivos de gama media destinados específicamente a ello.
Si miro a mi alrededor, esta tecnología digital es de las más ampliamente extendidas (¡hasta mi madre, normalmente negada a su contacto con los nuevos medios, tiene uno y lo usa habitualmente!). Sin duda, y partiendo de su objeto inicial, el permitir conectar telefónicamente a personas situadas en cualquier entorno, incluidos los exteriores, ha supuesto un avance de grandes dimensiones, aunque ahora, a la luz de las últimas novedades, pueda parecernos nimio.

Ordenador portátil
Recuerdo que compré mi primer ordenador portátil en mi segundo año de universidad, cuando tenía 19 años. Por aquella época había adquirido también, auspiciada por uno de mis profesores, una  memoria usb de 512 MB de capacidad, lo que en aquel entonces parecía una barbaridad.
Usuaria habitual del ordenador de mesa tardé un tiempo en explotar las ventajas que, frente a este, ofrecía el portátil. Al principio no lo sacaba de casa, y lo tenía emplazado en mi escritorio, lugar del que tampoco lo movía. Con el tiempo, y sobre todo a raíz de diversas estancias en el extranjero, a las que mi portátil me acompañó como elemento indispensable para estudiar, trabajar o comunicarme con mis familiares y amigos, fue cobrando protagonismo.
A día de hoy, en el que paso largas horas conectada, mi portátil (que ya no es aquel primero, que quedó obsoleto) se ha convertido en un compañero habitual en mis desplazamientos dentro y fuera de casa y que utilizo para diversidad de tareas: lectura de correo electrónico, consulta de redes sociales, búsqueda de información, aprendizaje, estudio, organización de planes, etc.
Como yo, son muchas las personas (a mi alrededor destacan aquellas con las que comparto entornos de aprendizaje o de trabajo) que en los últimos años han visto cómo el ordenador portátil se ha convertido, de algún modo, en una extensión de sí mismos. Tal vez, y con la proliferación de dispositivos como los teléfonos inteligentes o las “tabletas”, el monopolio que hasta ahora ocupaba esta tecnología vaya cediendo. Aún así, y en mi caso personal, creo que aún le quedan años de reinado.

Cámara de fotos digital
Fue otro cumpleaños, esta vez el de mis 23, el momento en que tuve mi propia cámara de fotos digital. Llevaba dos años trasteando con una de mis padres, mucho más obsoleta, pero que me había permitido sumergirme en un mundo muy diferente al analógico y sus dinámicas.
Con ella, y sobre todo a raíz de un verano pasado en el extranjero, descubrí las bondades y peligros de un dispositivo que permitía retratar lo que nos parecía, en comparación con las antiguas cámaras, infinitos instantes.
En la actualidad, y algún tiempo después de lo que cuento, es una dinámica habitual, además de tomar las fotografías, hacer luego más cosas con ellas, principalmente a través del ordenador: guardarlas, hacer selecciones, modificarlas, enviarlas o publicarlas en la red.
Aún así, a destacar se encuentra la posibilidad de que estas cámaras digitales compactas, aún estando en uso, entren progresivamente en decadencia, debido a que muchos teléfonos inteligentes ya llevan cámaras de gran resolución insertas, por un lado, y a que la gente realmente aficionada a la fotografía tiende a adquirir cámaras de fotos profesionales (aunque estas, en su gran mayoría, también sean digitales).

Disco duro portátil
Tanto había aumentado el “tamaño” de la información que nos interesaba almacenar y “transportar” que a mis 24 años me di cuenta de que los que ya podríamos llamar “tradicionales” pendrive se quedaban pequeños.  Es entonces cuando llegó a mi vida el disco duro portátil, que tenía una capacidad decenas de veces mayor que la que tuvo mi primer ordenador de mesa.
En este disco duro o memoria externa empecé a almacenar, para facilitar su conservación y el traslado, todo tipo de información, en un primer momento sobre todo fotografías y películas.
Tras la primera, vino la segunda. En mi memoria actual, que utilizo fundamentalmente para hacer periódicas “copias de seguridad”, cabe toda mi historia a base de archivos: documentos, fotografías, archivos de música, archivos de vídeo, etc.
Estos aparatos se han extendido bastante entre los usuarios habituales del ordenador, aunque es posible que, con el tiempo, la tendencia sea la de utilizar espacios que, en la red, nos permitan almacenar nuestra información. Un ejemplo sería el de Dropbox, que yo llevo utilizando ya bastante tiempo para facilitar el almacenamiento y trabajo simultáneo en varios ordenadores de mis tareas en curso.

GPS
Un año después, a mis 25 años, me regalaban un GPS o “sistema de posicionamiento global”, que yo recibí encantada.
Mi sentido de la orientación en lo urbano puede que no se materialice con tanta plenitud en las grandes carreteras. Así pues, con el GPS me he atrevido a desplazarme alegremente con el coche hasta lugares que en otras ocasiones me habrían provocado cierta reticencia por temor a perderme.
Si bien en un principio sólo lo sacaba de casa cuando planeaba hacer algún recorrido fuera de los habituales, desde hace unos meses lo llevo en la guantera, como una parte integrante del coche, porque… reconozco que su uso me ha hecho algo dependiente de él y en el caso de planes improvisados su cercanía me reconforta.
Circulando por la ciudad o por la autopista ya es cada vez más común ver negras pantallitas pegadas al salpicadero. De hecho, muchos de los últimos coches traen el dispositivo de GPS integrado. Lo que consideramos un avance, y muchos ya un elemento casi imprescindible, ¿tiene sólo puntos positivos? ¿o no estará su uso mermando algunas de las habilidades que antes nos habíamos visto obligados a desarrollar…?

Soñando el futuro...


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Un ligero murmullo me despierta. Es un sofisticado hilo musical que, según el tiempo atmosférico, selecciona una melodía que equilibra mi intuido estado de ánimo y me recuerda que comienza un nuevo día. Con 56 años la fuerza no es la misma, pero aún encaro con buena disposición mis diversas ocupaciones. Mientras mi cuerpo se balancea al son de la música me dirijo a la cocina, donde tras mis correspondientes dosis de homeopatía, desayuno mientras consulto las noticias a través de los diversos canales del panel televisivo múltiple del salón. 

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Nada muy espectacular, y me preparo rápidamente para salir, ya que hoy tenemos un evento importante en la universidad. Tanto es así que, cuando llevo diez minutos en el coche, eléctrico, me doy cuenta de que salí sin comprobar la batería, por lo que tengo que parar a recargarla en uno de los numerosos puestos repartidos por la ciudad.

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Hoy mi jornada termina antes de lo habitual, por lo que decido ir a comprar algo de ropa. De vez en cuando visito establecimientos tradicionales, donde contactar con el género, pero hoy me decanto por un simulador: en él, varias cabinas escanean físicamente a los clientes, permitiéndoles que, en una pantalla a tamaño real a modo de espejo, vayan apreciando su imagen con las diferentes prendas seleccionadas de un catálogo virtual. 

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Tras esto me dirijo al centro, donde he quedado con Alexis y unos amigos. Hoy vamos a hacer algo diferente: hace ya años que no vamos a una discoteca. Cuando llegamos está casi vacía, pero el local cuenta con una tecnología, que me deja pasmada, y que crea hologramas de personas en la pista, dando la sensación de mayor afluencia. Parece engañarnos, porque al poco rato estamos, con nuestras copas, bailando animadamente.

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De repente se produce un revuelo, cuyo motivo no identificamos, pero que nos hace comprobar que el sistema de emergencia funciona a la perfección: automáticamente se encienden las luces, desaparecen los hologramas, para la música y en dos minutos se personan dos agentes  de policía, provistos de la última tecnología contra el crimen, unos pequeños escáneres de retina que, en segundos, identifican y buscan la ficha de antecedentes de los posibles sospechosos. 

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Parece que se ha producido una simple discusión entre dos chicos que han bebido más de la cuenta y a quienes, junto a algunos testigos, se procede a tomar declaración mediante grabación en mini cámaras de vídeo.  Cuando comprobamos que todo está solucionado, y tras mirar el reloj, nos disponemos a dar cierre a nuestra noche.


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Hoy duermo en un hotel del extrarradio, ya que mañana temprano vuelo a Canadá para dar una conferencia, y la conexión que se ofrece al aeropuerto, un tren en altura de alta velocidad, es muy conveniente. 

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Lo que no me acaba de convencer son las “habitaciones”. Una “moda” japonesa que conocí en una revista a eso de mis quince años, ha llegado a España: aún siendo de lujo, este hotel ofrece a sus inquilinos pequeños cubículos en lugar de los tradicionales dormitorios, equipados, eso sí, con todo tipo de tecnología.  Tras revisar el correo y consultar el tiempo que hará mañana en Vancouver en la pantalla cenital, dedico un rato a leer en el Ebook disponible el primer capítulo de la última novela de Isabel Allende, “publicada” póstumamente.  Finalmente, cierro los ojos, tras lo que automáticamente se apagan las luces, y me dispongo a  sumergirme en un reparador sueño.

miércoles, 11 de abril de 2012

Vídeo instantes. Secuencias de la vida cotidiana: una familia 2.0


Las actividades en que diariamente nos vemos inmersos influyen en el desarrollo de la interactividad social. Inevitablemente, estas actividades se ven influidas y las relaciones surgidas de ella mediadas, por las nuevas tecnologías digitales.

En un cambiante contexto sociocultural como en el que ahora nos desenvolvemos no es fácil, de primeras, ser conscientes de los pasos dados. Sin embargo, si dedicamos unos instantes a la reflexión, es posible, partiendo de costumbres cotidianas y de cómo éstas se abordaban hace unos años y cómo se abordan hoy en día, encontrar grandes diferencias derivadas, en gran parte, del uso de las nuevas tecnologías.

Ya todos tenemos un teléfono móvil, muchos un portátil y otros dispositivos como cámaras de fotos, cámaras de vídeo, Ipods o Ipads. A través del uso de estas herramientas y otras, presentes en nuestro hogar o en establecimientos públicos y privados, muchos de nuestros antiguos hábitos se han visto modificados y, con ellos, también nuestras relaciones.

En mi caso, me ha parecido interesante retratar estos cambios a través de secuencias que giran en torno a mi contexto más cercano: mi familia.

Será curioso, como planteaba Roberto, observar estas imágenes en una década. ¿Serán los cambios que allí apreciemos respecto a la realidad de entonces tan evidentes como los que ahora capturamos….?

Necesidad de competencia informacional


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Creo que esta viñeta representa bastante bien, y de forma cómica, algunas de las situaciones con las que pueden toparse los usuarios de una información que cada vez se encuentra en más lugares y es presentada a través de más formatos.

Según Marc Prensky, se llama “nativos digitales” a aquellos individuos, normalmente niños y jóvenes, que habiendo nacido rodeados de la tecnología y de las nuevas herramientas de la web 2.0., se encuentran como pez en el agua en ellas. En contraposición, se llama “inmigrante digital” a aquel que, generalmente de mayor edad (en las sociedades desarrolladas; por supuesto, podremos encontrar inmigrantes digitales de cualquier edad, siempre y cuando su contexto no le haya facilitado el acceso a las redes), encuentra grandes dificultades para relacionarse con el nuevo paradigma informacional.

Sin duda, tanto para unos como para otros, es necesario no sólo estar familiarizado con las nuevas herramientas y conocer su funcionamiento técnico, sino también, y sobre todo, saber cómo usarlas críticamente: qué, cómo y dónde busco la información, pero también qué hago, después de localizada, con ella.  Igual que desde hace siglos se enseña a los niños a leer, lamentablemente dando más importancia al factor mecánico que a la comprensión de la lectura, opino que en la era en la que estamos inmersos, se debe enseñar a leer, críticamente, toda la información que nos llega, ya sea en forma de textos, de imágenes o de sonidos.

Salimos a la calle y nos bombardean con publicidad. Lo mismo ocurre a través de la televisión, la radio e Internet. Comenzamos a navegar en la red y tenemos acceso a multitud de portales, con información más o menos veraz, más o menos consistente, más o menos interesante. ¿No podríamos aprender a diferenciar una de otra? ¿No podríamos aprender a ir más allá de los portales habituales, que en ocasiones nos muestran sólo una parte de la realidad, cuya visión total podríamos alcanzar si conociéramos otra formas y sitios en los que investigar?

Si buscamos ciudadanos críticos, que puedan ejercer plenamente sus libertades y derechos, considero que una necesidad básica, en la “sociedad de la información” y/o “sociedad del conocimiento” en que nos movemos, es ofrecer una formación en, sobre, para y desde la información , dotando a esos niños y jóvenes que luego serán adultos, pero también a esos adultos y ancianos que ahora mismo están viendo cómo las novedades copan, en ocasiones, su capacidad de reacción, de la llamada en el título “competencia informacional”.

El concepto de competencia informacional está  altamente relacionado con el de Alfabetización Informacional (ALFIN), que comprende un conjunto de habilidades que capacitan a los individuos para reconocer cuándo y por qué se necesita información, poseyendo además la capacidad de localizarla, evaluarla y utilizarla eficaz y éticamente en la Sociedad de la Información.

La alfabetización informacional es reconocida por diversas organizaciones internacionales (UNESCO, IFLA,) como una competencia básica para que cualquier ciudadano pueda desenvolverse de forma inteligente y crítica en la sociedad de nuestros días. Por ejemplo, en España ya es, finalmente, una de las ocho competencias básicas que todo estudiante debe alcanzar al acabar la Educación Secundaria Obligatoria.

Infoxicación: miles de opciones, millones de dudas


Alfons Cornella, presidente de Infonomía, empresa de servicios profesionales y de innovación, es identificado como la persona que definió un neologismo que ha tenido bastante éxito y que ayuda a referirse a un fenómeno que ha surgido de la mano de los cambios tecnológicos, y de los culturales a ellos asociados, en la era de la cibercultura.

Este fenómeno es el de la “infoxicación” y alude a una situación de exceso informacional, de intoxicación informacional, en la que se tiene más información de la que puede procesarse humanamente, surgiendo, como consecuencia,  la ansiedad (llamada técnicamente information fatigue syndrome).  

Algunas lecturas del autor en torno a este fenómeno serían: Cómo sobrevivir a la infoxicación o Infoxicación. Buscando un orden en la información.

Un artículo que también aborda de forma sintética este tema es “Atentos a todo… y a nada”, (Sergio Fanjul, 12 de mayo de 2011, El País), donde se plantea la siguiente paradoja: “Durante siglos hemos asociado más información a más libertad. Sin embargo, hoy día, no por tener más donde elegir tenemos más libertad ni estamos más satisfechos”. 

Parece que en nuestro día a día todos hemos sentido alguna vez los efectos de esta “infoxicación”, término que está cada vez más extendido, llegando a ser el lema de campañas publicitarias como la siguiente, que fue ganadora del Musa 2011:


Más allá del producto que se anuncia, que por otra parte no aparece hasta el final (lo cual mitiga posibles interferencias), me parecía interesante el mensaje previo, con el hincapié que se hace en las miles de opciones disponibles y consecuentes situaciones de duda que se generan en un contexto de excesiva información.

Ahondando en la cibercultura: conceptos positivos y conceptos negativos (II)


Como anexo al post en el que trataba los conceptos positivos y los conceptos negativos vinculados a la cibercultura, me parecía interesante retomar algunas de las ideas incluidas en el artículo “Un mundo distraído”, escrito por Bárbara Celis el 29 de enero de 2011 en el País, y que parte de las tesis propuestas por Nicholas Carr en su libro “Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”.

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Como comprobaréis, la mayoría de temas identificados, ya sea como puntos fuertes, puntos débiles o aspectos que tratar con cautela en torno a la sociedad digital y a la cibercultura, ya han sido tratados por la mayoría de nosotros y nosotras a la hora de abordar la tarea de examinar críticamente la cuestión protagonista del taller.
Según Nicholas Carr las tecnologías han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad e Internet está “erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma”. 
Algunos aspectos negativos de la red serían los siguientes:
-La forma en la que utilizamos la web no es del todo una elección personal, ya que aunque podamos elegir los tiempos y formas de uso, la tecnología por sí misma incita a las personas a comportarse de determinada manera. 
-Las tecnologías parecen traer aparejada la distracción constante, lo que supone que la capacidad de concentración disminuya.
-La multitarea nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión, haciéndonos más eficaces pero menos capaces de profundizar en la información que recibimos.
Algunos aspectos positivos de la red serían estos:
-La capacidad de compartir se ha multiplicado (“la Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales”).
-Las nuevas tecnologías son útiles, entretenidas y divertidas.
Por último, se apuntan ciertas cuestiones delicadas, a tener en cuenta para el futuro: 
-Qué valor le damos a nuestra privacidad.
-Cómo la tecnología puede estar mermando nuestra capacidad de elección. 
-Atención a los cambios que están por venir (ej. libro digital sustituyendo al tradicional).
-Existencia de mucha información frente a la sensación de que estamos menos informados que nunca (¿neofeudalismo?).
-Nueva obsesión por el “yo”, como por ejemplo a través del fenómeno de las microcelebridades. 
-Riesgo de deshumanizarnos.

lunes, 9 de abril de 2012

“Eva”: una posibilidad al “soñando el futuro”


 “No importa tanto si los robots sienten o no. Lo que importa realmente es… lo que te hacen sentir”. Eso es lo que opina Álex, un reputado ingeniero cibernético que regresa a la Facultad de Robótica de Santa Irene con un encargo muy específico: la gestión del software de control emocional de un niño robot.
Aunque ocurrida un año antes de la fecha propuesta por Roberto, esta historia bien podría ser una de las alternativas para la tarea de “Soñando el futuro”… un futuro cercano donde los seres humanos viven acompañados de criaturas mecánicas. 


 “Eva” es una película de Kike Maíllo, galardonada con tres goyas. La ví el mes pasado, y me parecía interesante compartirla aquí, como una propuesta ficcionada (y a día de hoy probablemente considerada exagerada) de lo que podría ser el avance tecnológico.  ¿Alguien más la ha visto…? ¿Algún comentario…?